Alicia
Asín
CEO Libelium
Los sensores, el internet de las cosas, la digitalización, la industria 4.0, el Blockchain, la ciberseguridad, la inteligencia artificial, etc. Son las armas del siglo XXI.
Muchísimas gracias. Es todo un honor poder estar aquí hoy compartiendo con vosotros, aunque sea en la distancia, pero en espíritu estoy ahí. Enhorabuena por la organización de este foro. Creo que este tipo de encuentros son siempre absolutamente necesarios, pero en la coyuntura en la que nos encontramos, yo diría que tiene un carácter absolutamente imprescindible.
Yo quiero hablar y orientar mi aportación de hoy, en primer lugar, en que las empresas tecnológicas estamos trabajando con todas esas herramientas, que me ha gustado mucho el ejemplo, para la guerra del siglo XXI, que son los sensores, el internet de las cosas, la digitalización, la industria 4.0, el blockchain, la ciberseguridad, la inteligencia artificial, etc. Son las armas del siglo XXI, pero que se combaten también con el principal valor del siglo XXI que es la materia gris de nuestros ingenieros. Creo que pueden aportar muchas cosas en este momento de crisis.
Pienso que ahora más que nunca, cuando se ha hablado una vez más del tejido productivo de nuestro país, de cómo podemos mejorar nuestra competitividad, creo que la innovación es un gran eje transformador de nuestro tejido, que puede aportar principalmente en cuatro áreas. La primera de ellas es la telemedicina, para asegurar que ante cualquier evento futuro similar a la crisis sanitaria que hemos vivido, podemos hacer frente de una manera mucho más eficiente, pero también más personalizada. La segunda es la transición a la vuelta de la normalidad.
Estamos hablando de volver a incentivar el consumo y, para ello, necesitamos que la gente recupere la confianza para poder salir, para poder acceder a los establecimientos, salir de casa, saber que va a poder ir a una playa con normalidad.
Y para hacernos la vida más segura, pero también hacer que estas nuevas medidas no sean tan inconvenientes, tenemos tecnología. Y hemos visto en estos días en prensa un montón, desde detectores de fiebre hasta sensores de medida de distanciamiento social y, todo ello, buscando que se digitalice y que pueda ser accesible esta información desde nuestros teléfonos móviles, para que esa vuelta a la normalidad con nuevas cosas sea lo menos traumática y lo más suave posible.
El tercer aspecto es la sostenibilidad. La preocupación por el cambio climático venía en alza ya mucho antes del Covid-19, pero yo diría que se ha incrementado en este confinamiento. Hemos visto cómo la reducción del tráfico en las grandes ciudades por primera vez aclaraba los cielos, lo cual está muy bien, pero lamentablemente no puede ser esa nuestra forma de combatir el cambio climático. Necesitamos reactivar la economía, necesitamos volver a salir de nuestras casas y necesitamos hacerlo de una manera más sostenible.
Para todo ello, la tecnología nos ha aportado más que nunca soluciones relacionadas con la movilidad. Más que nunca necesitamos saber si es eficiente o no acudir a un sitio en transporte público o utilizar nuestro vehículo propio. Si vamos a poder aparcar en el sitio de destino, si vamos a poder llegar de una manera más rápida, utilizando una ruta alternativa o utilizando el medio de transporte compartido. Y, por supuesto, no nos vale con esperar que todas estas medidas vayan a ser efectivas, sino que tenemos que salir monitorizando y controlando la mejora que hacemos tanto en la calidad de nuestro aire como en la calidad de nuestras aguas, de nuestras playas… Es una de las preocupaciones que estamos viendo últimamente en alza.
Pero los consumidores cada vez están más interesados por saber más aspectos técnicos de todos los sitios en los que van a estar. Y creo que es algo que, desde España, podemos potenciar de una gran manera.
Y, por último, podemos aportar muchísimo en la mejora de la competitividad a través de la industria 4.0, porque se ha hablado muchísimo sobre digitalización y hay que hablar de ella en su sentido más amplio. De lo que pueda aportar a la industria, a la construcción, pero también a sectores como el turismo o la agricultura.
Y para todo ello, la inversión en I+D+i es una condición necesaria, pero desgraciadamente no suficiente. ¿Y por qué digo esto? Porque todas estas empresas que estamos desarrollando soluciones tecnológicas, altamente innovadoras, necesitamos sobrevivir a la puesta en mercado de estos productos. Y esto no se hace con subsidios, sino con clientes.
En el caso de Libelium, que es una empresa en la que exportamos el 90% de nuestra facturación, -y en el entorno de empresas similares las cifras suelen ser bastante parecidas, vemos que la exportación es una gran herramienta para seguir incrementando el Producto Interior Bruto de nuestro país, para seguir incrementando valor y riqueza. Pero el único problema es que si nos enfocamos únicamente en la exportación, no estamos aportando valor en la mejora de la competitividad de nuestro país.
Y aquí vemos desde los programas de compra pública innovadora, apostar de verdad por los programas de territorios inteligentes y ciudades inteligentes, como se está haciendo en otros países, hasta el apoyo a todas estas empresas que necesitan de esta digitalización, que necesitan poder incorporar en sus procesos la última tecnología, pero que no tienen recursos, ya sea económicos para adquirir los equipamientos necesarios, o a veces incluso humanos para idear e incluso saber cuál es la mejor solución que les puede aportar.
Veíamos en el vídeo que el sector predominante dentro de nuestro país son las empresas más pequeñas. Y son precisamente estas empresas, los pequeños hoteles, los agricultores jóvenes, las industrias familiares… las que necesitan modernizarse, las que más pueden beneficiarse de esta revolución tecnológica y de esta revolución industrial. Pero, al mismo tiempo, las que quizá están en una mayor vulnerabilidad a la hora de poder acceder a estas tecnologías, y por ello, yo reivindico la apuesta por la tecnología ‘Made in Spain’, pero no desde el proteccionismo, sino desde el europeísmo, para equiparar las reglas de juego.
Al final, cuando una empresa no es competitiva, esto se refleja en el precio de sus productos, pero estos reflejan también la normativa fiscal, laboral y la normativa que existe en el país de origen, donde esto se ha producido. Es decir, como muchas veces decimos, no puede ser que el marcado CE signifique para muchos esfuerzo, recursos y dedicación, y para otros sea simplemente una pegatina que se coloca y se puede introducir en el producto sin ningún problema. Pienso que tenemos una oportunidad absolutamente única, que tenemos todos los elementos, no solo para salir reforzados de esta crisis, sino para poder hacerlo mejorando la competitividad de todas nuestras empresas y conseguir un mayor refuerzo de toda nuestra economía. Muchísimas gracias.

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