Enrique
Sánchez
Presidente ADECCO
Necesitamos un consenso y un acuerdo entre los que tenemos la obligación de llegar a las decisiones. Me refiero a agentes sociales, al Gobierno, empresas, representantes de los trabajadores, etcétera.
Buenos días. Muchas gracias. Me gustaría comenzar con un par de citas que me recuerdan bastante al momento que vivimos. La primera es de Winston Churchill. Creo que dijo algo así como “creo que es mucho más fácil predecir lo que va a ocurrir cuando ya ha ocurrido”, lo que tiene que ver bastante con lo que nos está pasando hoy. Y la segunda es de Charles Darwin. Tiene que ver con que la capacidad de adaptarse de las de las personas a los momentos diferentes que le sobrevienen, a las dificultades que tienen por delante, determina su éxito, no tanto la inteligencia y la fuerza con la que lo hagan, y creo que ahora mismo va la cosa de tácticamente ser capaces de ver cómo podemos adaptarnos a esta situación antes de que se nos lleve.
Con respecto a la primera cita, recuerdo que estaba en esta sala, hará 4 o 5 meses, con un grupo de empresarios, también con representantes de los trabajadores y alguna representante del Gobierno, trabajando sobre diferentes hipótesis en el terreno de lo que pensamos que va a ocurrir; cómo podemos dotar a las empresas de la necesaria flexibilidad para poder competir en mercados inestables e inseguros, con una cierta incertidumbre viniendo de lo político, etcétera; cómo generar, como decía antes Rodrigo, un contexto en que las empresas puedan competir, pero garantizando los derechos de los trabajadores en un modelo garantista y estable para ellos. Y, al final, en todos estos debates y hablando de tendencias, nunca jamás se habló de que esto podía ocurrir.
Siempre consideramos la supremacía intelectual del ser humano con respecto al resto. Creo que es un toque de atención que tiene que transformarse en humildad, que tiene que transformarse en conocimiento y en aprendizaje y en una cierta moderación a la hora de entender y predecir qué es lo que va a ocurrir y las acciones que tenemos que poner en marcha.
Con lo cual, mi primer mensaje va para todos aquellos que no han sabido predecir, como yo, y que tienen dificultades para gestionar este momento. Al menos pensemos que no vamos a tener la piedra filosofal y que necesitamos un consenso y un acuerdo entre los que tenemos la obligación de llegar a las decisiones. Me refiero a agentes sociales, al Gobierno, empresas, representantes de los trabajadores, etcétera.
El segundo mensaje tiene que ver con la capacidad para sobrevivir y qué batería de medidas en el terreno de lo táctico, que creo que es de lo que se trata ahora, podemos poner en marcha para que el sufrimiento sea el menor posible.
El tsunami llamó a la puerta a principios de marzo y se ha traducido, en tiempo récord, en un mes, en algo así como en un millón de nuevos desempleados hasta tener una tasa de paro del 17%; en dos millones de autónomos que han rescindido su actividad de momento; en más de 130.000 empresas que han salido por el sumidero y en un colectivo que creo que es absolutamente esencial, sobre todo en la forma en la que lo gestionemos para determinar la potencial salud, a medio plazo, de la economía y del mercado español, que son casi cuatro millones de trabajadores afectados por un proceso de suspensión temporal de contratos, que tiene como objetivo finalista volver a incorporar a esos trabajadores al mercado de trabajo.
Ya hay un porcentaje sustancial de personas, sobre todo entre los que estaban en sectores que han sido abiertos después del confinamiento: la hostelería, el comercio minorista, etcétera, que han vuelto a trabajar. Estos son los ERTE que se han recuperado. Pero tenemos aún tres millones de personas afectadas con un ERTE que deberían volver a trabajar.
De nuestra habilidad y de nuestra capacidad para encontrar un contexto y unas soluciones para las empresas, para que podamos volver a tomar gustosamente la responsabilidad sobre esos trabajadores, creo que radica en parte la diferencia entre una crisis, -no sé cómo calificarla, porque una crisis no puede ser nunca moderada-, pero entre una crisis económica en la que podemos tener cierta experiencia a raíz de las anteriores que hemos tenido los últimos años, y una crisis bestial. Tenemos que ser capaces de transformar al menos la mitad de esos expedientes temporales en una vuelta efectiva al trabajo.
Yo creo que lo que hemos aprendido es que la economía, en contra de lo que pueden pensar algunos, no es una cosa de tener el interruptor en “on” o en “off”.
Bueno, creo que se ha demostrado que en un momento determinado se ha puesto el “off” y la cosa se ha apagado, pero el motor está gripado, es decir, no es posible darle otra vez al interruptor.
Hay que retrotraerse, yo creo que a principios del siglo XIX, cuando creo que una empresa francesa descubrió el alternador que transformaba la corriente alterna en continua a través de una manivela. Creo que la cosa va ahora de empezar a darle a la manivela a través de una serie de medidas, insisto, lo más tácticas posibles, para hacer más fácil la vida de las empresas y más fácil también la vida de los trabajadores.
Porque ojo con la falacia, creo que debemos romper ya con ella: prosperidad empresarial implica prosperidad en el empleo. En tanto en cuanto seamos capaces de generar un entorno en que las empresas tengan suficiente flexibilidad y tengan garantías para poder seguir desarrollándose, habrá un mayor y mejor empleo. Lo demás son tonterías.
El debate, a mí personalmente no me interesa, no creo en él, el debate entre las empresas y los trabajadores, creo que es la misma cosa, creo que vamos juntos y que la prosperidad o la decadencia ocurren en paralelo y ocurren para ambos.
Dicho esto, voy a atreverme a dar con carácter general, primero, algunos mensajes o algunas propuestas que entiendo que el país debería tomar; y, para terminar, algunas más relativas al mundo al que me dedico, que es el mundo del empleo, porque finalmente creo que todo va de eso, todo va de nuestra capacidad para preservar el empleo.
Pensemos que España. Por la razón que sea, que ahora no viene al caso, es el país en el que normalmente los ajustes económicos, ajustes económicos en el terreno, digamos, decreciente, tienen un mayor impacto en el empleo frente a los países de la Unión Europea.
Si fuéramos capaces de transformar esta realidad en una realidad más europea, en una tasa de desempleo entre el 10% y el 15%, aunque tuviéramos un entorno económico recesivo, si la gente mantuviese el trabajo, la cosa seguiría funcionando.
Con carácter general, tres propuestas que creo que, como soy casi de los últimos de la fila, se han repetido en numerosas ocasiones.
No es momento de tocar la fiscalidad más que para mejorarla, o sea, creo que hay una relación directa entre los impuestos que pagan las empresas y las personas. En un entorno recesivo hay que poner todo del lado de las empresas y los trabajadores y reducir la carga fiscal de ambos.
Como principales conductores de ese objetivo, creo que hay una economía sumergida que hay que aflorar y creo, sin ánimo de ser polémico, que la austeridad y el ajuste debe ser de todos.
Llevo ya unos cuantos años trabajando y siempre tengo la sensación de que el ajuste se produce siempre en el sector privado y lo pagan las empresas y los trabajadores, con lo cual, creo que la austeridad también en la parte de lo público y el ajuste también en la parte de lo público, podría venir bien para mitigar y para repartir un poco la carga, unido todo a la lucha efectiva contra la economía sumergida.
En segundo lugar, la incertidumbre institucional y jurídica de la que hablábamos antes. No es momento para grandes probaturas ni para reformar el mercado de trabajo y si lo es, lo es para introducir medidas que generen más flexibilidad y más empleo y no al revés.
Trabajo en una multinacional, viajo por el mundo, y cuando un inversor, cuando una empresa piensa que tiene un contexto más o menos estable y fiable para los próximos años, pues viene aquí a generar sus empleos y a generar sus riquezas. Si no es así, no.
Y en tercer lugar, el tercer consejo que daría es -no sé, como decían a los niños en el cole-, “verá usted, es que está casi todo inventado”. Es decir, tenemos muy buenas prácticas en el conjunto de los países que nos rodean que podemos ir a copiar, que podemos replicar en nuestro país, y creo que no hace falta que reinventemos la rueda.
En Italia ya han presentado antes de ayer un borrador con 100 puntos concretos, todos, insisto, en el terreno de lo táctico y de acciones concretas, para reactivar la economía, liderado por cierto por un ex presidente de una multinacional.
Es una buena noticia porque se está escuchando a las empresas, que creo que es absolutamente fundamental en el contexto de que estamos.
A España le urge acelerar en las medidas concretas para sacar esto adelante. Espero que muchas de ellas de tu mano, Antonio Garamendi, a raíz de estas reuniones.
Respecto al mercado de empleo, hago rápidamente una radiografía de él. Creo que España tiene algunas características que desgraciadamente, porque no son buenas, nos son muy propias. Una serie de males o de problemas endémicos que hacen que en una situación como la que estamos viviendo la podamos sufrir un poco más que el resto de la Unión Europea.
Ese es el motivo por el que todas las previsiones, en este caso de la OCDE, por ejemplo, apuntan a una caída del PIB de España de entre el 10% y el 15%, con un fuerte ajuste en el empleo.
Cuatro grandes bloques en los que trabajar y cuatro grandes bloques que yo creo que marcan la diferencia entre España y el resto de países de la Unión Europea.
Uno, la tasa de desempleo. La tasa de paro en España hoy es del 17%, puede ser, como decía antes Rodrigo; entre el 25% y el 30%, dependiendo de cuántos trabajadores recuperemos de los ERTES. Pero en cualquier caso, es el doble de la media de la Unión Europea.
No entendemos -más allá de que haya algunos sectores estacionales- que esa diferencia sea tan grande. En materia de medidas concretas, yo creo que ahora mismo es un problema de políticas activas de empleo.
En España, desgraciadamente, solo el 20% de las políticas de empleo están, digamos, ubicadas en el terreno de las políticas activas de empleo, en la formación de trabajadores, que quiere decir invertir en ellos y que el tránsito entre el desempleo y la vuelta a la normalidad sea el menor posible.
Entonces, incentivar específicamente a través de la formación y a través de medidas para las empresas, para que tomen una responsabilidad sobre esos trabajadores, creo que sería importante.
Como referencia, los países nórdicos. En los países nórdicos el 50% de las políticas de empleo están en el terreno de las políticas activas y nunca ha pasado de un 8% de desempleo.
El segundo gran problema y potencial solución, tiene que ver con la tasa de temporalidad. Como decía antes también mi antecesor en el uso de la palabra, como dicen por ahí, creo que de lo que nosotros adolecemos es de una gestión profesional y ordenada de la temporalidad que aflore la economía sumergida, que garantice los derechos de los trabajadores y que permita competir a las empresas en momentos determinados.
No necesitamos economía sumergida y no necesitamos una contratación temporal irregular por parte de empresas. Francia, por ejemplo, un mercado parecido al nuestro en tejido productivo, con un porcentaje alto de pymes, tiene una tasa de desempleo que es la mitad que la nuestra y una tasa de temporalidad que también es la mitad que la nuestra.
Sin embargo, la gestión es ordenada y profesional a través de las empresas que están reguladas para esta actividad en un modelo tradicional o en modelos de colaboración público-privada.
El tercer problema tiene que ver, y creo que hay que resolverlo, con la tasa de desempleo juvenil o de las personas que buscan su primer empleo, que es del 30%. Esto es una barbaridad. Es el doble nuevamente que la media de la Unión Europea.
Hay países, como Suiza, con una tasa de desempleo joven de menor del 5%, en los que hay un contrato específico para jóvenes, bonificado, que facilita su incorporación al mercado de trabajo.
Además, tienen un tutelaje y un seguimiento durante todo el proceso educativo. Porque al final, y es el cuarto gran problema, tenemos un gran gap, un gap enorme, entre lo que el sistema educativo produce y las necesidades de las empresas.
La realidad es que, aun habiendo, desgraciadamente, en este momento cuatro millones de personas, trabajadores, buscando un empleo, sigue habiendo un montón de profesiones, de actividades y de perfiles y de sectores para los que España no ha preparado a sus trabajadores. Entonces, abordar el debate de la formación, abordar el debate de la educación y abordar la formación profesional, en la que se produce el 50% de la demanda de empleo, cuando en España solo el 20% de los estudiantes toma esa decisión, parece un tema muy importante.
Como referencia, y voy terminando, en Alemania, el 50% de los estudiantes cursan formación profesional, se incorporan a las empresas para hacer prácticas y después enlazan con el trabajo, digamos, real en el mundo de los negocios. Su tasa de desempleo juvenil está por debajo del 6%. Quiero decir que hay una serie de propuestas concretas que ya están probadas, que ya están testadas, que verdaderamente creo que hay que entenderlas y ponerlas en marcha.
Nada más, por mi parte, un solo llamamiento al sector empresarial al que pertenecemos. Creo que después de todas las demandas que hacemos al que tiene la oportunidad, la obligación, de establecer las normas que delimitan nuestro terreno de juego, las empresas tenemos una obligación con las personas. Todo es una cuestión de personas, todo es una cuestión de talento, es un compromiso como el que fijamos aquí hace seis meses, con la alianza de los CEOs de las 50 principales empresas del país, por la diversidad, por la inclusión, por apostar por el talento, por desarrollarlo independientemente y sin ningún prejuicio ni etiqueta. Talento en estado puro, para dar una oportunidad a todas las personas que no tienen y para hacer que nuestras empresas sean atractivas para cualquiera que de verdad quiera trabajar.
Nada más, mis últimas palabras para mandar un recuerdo para todas aquellas personas, que no sabemos cuántas, pero decenas de miles de personas que han fallecido durante esta terrible crisis y un abrazo muy fuerte y todo mi ánimo y el de mis colegas de ADECCO España para sus seres queridos. Todo lo mejor. Gracias.

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