Francisco
Belil
Presidente Fundación Princesa de Girona
Si la educación tiene éxito tendremos todos éxito. Necesitamos una educación excelente y la calidad debe ser primordial.
Gracias Antonio Garamendi por tu invitación y felicidades también por la organización de esta esta Cumbre, que es más necesaria hoy que nunca. También un recuerdo especial para todos aquellos que nos han dejado, para sus familias y también para las miles de personas que, generosamente, han luchado en primera fila.
Decía Churchill que muchos miran al empresario como el lobo a abatir, otros lo ven como la vaca a ordeñar, pocos, en cambio, lo ven como lo que somos, que es el caballo que tira del carro. Los empresarios siempre hemos tirado del carro, Antonio, y tú lo sabes muy bien y en este caso lo volveremos hacer, no me cabe ninguna duda.
Tú lo has venido a decir, todos los sectores que han pasado por aquí y los que aún pasarán, son todos los importantes, muy importantes para el país. Pero, no me cabe ninguna duda de que el más importante de todos para el futuro de nuestro país es sin duda la educación porque es la base para todos los demás.
Si la educación tiene éxito tendremos todos éxito. Necesitamos una educación excelente y la calidad debe ser primordial. No debemos dejarnos distraer por discusiones que últimamente están de moda sobre la concertada, sobre temas de género, cómo pasar o no de clase con más o menos suspensos, dar prioridad al español o no. Todo esto, sin duda, es relevante, pero lo más importante es que todo eso no se puede discutir ni considerar a costa de la calidad de la educación, que tiene que ser absolutamente primordial.
A mediados, finales del siglo XIX, Japón tomó una decisión que cambió su destino para bien y para siempre. Aprobó lo que ellos llamaban el Código Fundamental de Educación. La idea era que los ciudadanos son el principal recurso del país y que el futuro de Japón dependía de la formación de estos ciudadanos. Y los resultados los conocéis todos. Japón pasó de ser un país pobre a ser una potencia mundial. Tenemos, pues, que hacer algo similar, tenemos que aspirar a la excelencia en educación. Tenemos que enseñar a nuestros jóvenes que el progreso sostenible al que aspiramos no se consigue sin esfuerzo, sin trabajo, sin perseverancia. Se consigue con integridad, con mucha curiosidad y entusiasmo, con enormes dosis de innovación, con coherencia, sobre todo con transparencia, con actualización constante de los conocimientos.
Los americanos tienen una expresión que a mí me gusta mucho que dice, “there is not free lunch”, nada se te va a regalar. Tendrán que aprender nuestros jóvenes a pensar a largo plazo, llevar las luces largas, a que el trabajo colaborativo es fundamental y que las cosas son interdependientes.
Nosotros estaremos dispuestos a ayudar siempre, siempre que sea necesario, pero también vamos a estar dispuestos y, además lo ejercitaremos, a exigir también siempre. Todo lo demás nos lleva a ser mediocres, a quedarnos instalados en una cómoda mediocridad que no nos lleva a ningún lado.
Hemos tenido, desde los 80, media docena de leyes de educación, muchas más que los países de nuestro entorno; y los resultados, son francamente malos. Solo hay que ver los resultados del Informe PISA, la tasa de paro juvenil está 20 puntos por encima de la Comunidad Europea, el 19% de los jóvenes no terminan la secundaria, etc. No voy a repetir las cifras que hace un rato hemos oído, pero sí que tenemos en estos momentos más de medio millón de jóvenes sin trabajo y que, por el otro lado, casi a las tres cuartas partes de nuestras empresas les cuesta encontrar a la gente bien preparada que necesita.
Entre las 150 mejores universidades del mundo, no tenemos ninguna española y esto es una auténtica vergüenza porque en las escuelas y en las universidades se cocina de verdad el futuro de nuestro país, se crea la base para un empleo mejor, se crea la base para un crecimiento sostenible, para una cohesión social más alta, para la creación, naturalmente, de riqueza y bienestar.
Para todo esto necesitaríamos, como también se ha dicho hace un momento, promover la innovación, el emprendimiento entre los jóvenes, el empleo más que nada en las áreas tecnológicas, donde estamos más flojos. Hacer que la docencia sea una profesión deseada, que sea valorada por la sociedad, que tenga un enorme prestigio, un prestigio que lleve a que los mejores decidan trabajar allí en la docencia.
En la Fundación Princesa de Girona tenemos precisamente un programa en este campo, porque lo consideramos de primordial importancia. Tenemos que mejorar la autonomía de los centros, la gobernanza, la rendición de cuentas, necesitamos un sistema más eficaz de evaluación y que las evaluaciones y las mejores prácticas sean compartidas por todos. Debemos premiar y reconocer a los mejores, hay que tirar hacia arriba, nunca hacia abajo. Hemos de consolidar la libertad de enseñanza y facilitar, que se ha mencionado hace un momento también, la transición del estudio al empleo.
Esto se tiene que hacer con una orientación profesional de calidad, que nos falta también en nuestro país. Acercar la educación a la empresa y hacer partícipes a los empresarios también en tareas de gobernanza. Necesitamos, en otras palabras, un marco moderno y efectivo en todo el Estado español, no puede haber 17 pequeños estados y no necesitamos, porque no contribuye a nada, un enfoque ideológico sobre todos esos temas.
Si consiguiéramos un acuerdo social y político para compartir visión y compartir itinerario, iríamos mucho más lejos y mucho más rápido. Fortalecer los idiomas, mejorar en temas digitales, digitalización que va a ser clave para el futuro. No queremos diferencias territoriales y hemos de favorecer, sin ninguna duda, la movilidad, que va a reflejarse positivamente en nuestra economía. Temas como el gasto, nos llevarían lejos y no tenemos tiempo, pero también es importante verlos.
Nuestras universidades, como hace un rato ha dicho Antonio Garamendi, y no voy a extenderme allí, están haciendo lo que pueden, pero tienen por delante todavía un gran recorrido. Es necesario que hagan un esfuerzo de mejora importante y para eso el marco les tiene que acompañar.
Algunas organizaciones, entre ellas la Fundación Princesa de Girona, por ejemplo, mejoramos a posteriori la empleabilidad de los egresados mediante programas que tienen mucho éxito, como, por ejemplo, “Rescatadores de talento”.
Pero lo más lógico, lo que hacemos los empresarios, regularmente, es combatir los déficits desde el origen. Es la mejor forma de hacerlo. No sé si habéis leído últimamente que la UNESCO, la Unión Europea, la OECD y la OIT firmaron un manifiesto asegurando que la orientación profesional eficaz ayuda a las personas a alcanzar y desarrollar todo su potencial, a las economías de nuestros países a ser más eficientes y a nuestras sociedades a ser también más justas.
No puede ser que continuemos sin hacer este trabajo, sin preocuparnos, y aceptemos como bueno que el 25% de alumnos de grado universitario y de FP abandonen porque no eligieron bien, con el coste que esto significa para nuestro sistema y la enorme frustración para las familias.
La economía pierde con estas cosas alrededor de un 2% de productividad simplemente por desajuste de habilidades y esto hay que corregirlo. El 50% de los universitarios que tienen la suerte de tener un empleo, están sobre cualificados. Los centros no tienen integrada la orientación profesional. Es importante que esto se haga.
La orientación profesional tiene que ser reconocida, valorada y debe tener un papel importante, como se hace en otros países de nuestro entorno, con mejores estadísticas. En Fundación Bertelsmann, en este caso, estamos trabajando en un programa de calidad, basado en las experiencias internacionales, que se llama “Xcelence”.
Es algo que recomendamos y que nos gustaría que estuviera implantado en todos los sitios. Todos, en este caso, hemos de colaborar, no podemos decir que el Estado haga solo su parte. Los centros, los padres, las empresas, los ministerios, consejerías, todos y cada uno de nosotros debe aportar su granito de arena. Y los empresarios, ya que estamos en la casa de los empresarios, tenemos que empezar a asumir que, como en otros países, el futuro pasa porque nosotros, aparte de crear riqueza, empleo, que ha sido lo que tradicionalmente hemos hecho, también tengamos un papel importante como orientadores y como formadores.
Dejadme que diga un par de palabras sobre la Formación Profesional Dual. Según los datos de la Comunidad Europea, dos tercios de la demanda de trabajo en el año 2030 van a ser puestos propiamente de formación profesional. En países avanzados de nuestro entorno se generan alianzas público-privadas y se trabaja en red con los distintos agentes involucrados, dejando incluso de lado algunos de los intereses propios y justos de cada una de las partes.
Nosotros, en la Fundación Bertelsmann, hemos creado junto con la CEOE, Cámara de España y Fundación Princesa de Girona, una alianza para la Formación Profesional Dual, y esta se ha de entender como una alternativa de educación y laboral que a la vez reparte responsabilidades entre el maestro y el empresario; y en la que nadie triunfa, nadie tiene éxito si no colabora todo el mundo.
Este aprendizaje está más que contrastado en el resto de Europa y es algo que es totalmente necesario, pensar que nuestras cifras en estos momentos de FP Dual son alrededor del 3% del total de alumnos que hacen formación profesional, mientras que países de nuestro entorno, como, por ejemplo, Alemania, está en un 60% o Francia, en un 50%.
Para que la formación profesional básica sea de calidad, necesitaríamos, entre otros factores, tener un marco legislativo estatal. No podemos tener 17 modelos distintos. Necesitamos tutores acreditados, necesitamos una retribución que sea adecuada, necesitamos una alternancia real.
Hemos de apoyar a las pymes, que lo tienen más difícil y cada empresa lo debe ver como un paso estratégico importante para su futuro. Hemos de incentivar a las capas intermedias, hemos de acelerar de esta forma también la implantación de proyectos, que hay muchas empresas que lo quieren hacer, y los profesores de los centros tienen que hacer estancias formativas en las empresas.
También, al revés, altos directivos de la empresa deben ir a la escuela; y, sin duda, hemos de hacer campañas de comunicación, porque lo que está ocurriendo es que la escuela no es conocida suficientemente y esto lastra su potencial.
Hemos detectado que los jóvenes son especialmente buenos en esto y en este sentido hemos puesto en marcha un proyecto que se llama “Somos FP Dual”, donde los jóvenes venden lo que ellos han hecho con enorme éxito. Pensad solo en un dato. Si tuviéramos la distribución de población entre 25 y 35 años por nivel de estudios como la de la Comunidad Europea, en España generaríamos un millón más de profesionales con FP y esto nos llevaría, sin ninguna duda, a una mayor productividad y mayor competitividad.
Termino. Un amigo de mi familia, Pere Duran Farell, quien fue un empresario visionario, decía: “algunos miran las cosas como son y se preguntan por qué son así; yo prefiero mirar las cosas como podrían ser, y preguntarme por qué no”.
Ahora, queridos amigos, tenemos una enorme oportunidad de conseguir un pacto de Estado para la educación, un pacto de Estado que perdure en el tiempo, que cumpla con los criterios de los mejores países del mundo, un código fundamental como el que os he mencionado antes de los japoneses, ya que, como ellos, somos todos conscientes y estamos convencidos de que nuestros jóvenes son el principal recurso que tiene España y que nuestro futuro, el de todos nosotros, depende de su formación.
¿Por qué no hacer esta apuesta estratégica que os estoy planteando? Atrevámonos entre todos a hacerlo. Se lo debemos, estoy convencido, a nuestros hijos; lo debemos a los hijos de nuestros hijos y también nos lo debemos a nosotros mismos. Muchas gracias.

Innovación y digitalización Educación y formación Pymes

José María Álvarez-Pallete

Fernando Abril-Martorell

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Marta Martínez

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Carina Szpilka

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