Luis
María
de
Palacio

Muchas gracias, presidente. En primer lugar, quiero iniciar expresando mis condolencias a todos los que han perdido seres queridos por el COVID, que son, -somos-, muchísimos y no hemos podido expresar nuestro dolor y nuestras despedidas como debíamos. Intervengo en representación de la parte más capilar del sector sanitario privado, -y público también-, las 22.000 oficinas de farmacia españolas.

Estas farmacias han sido claves: somos los puntos sanitarios más cercanos a los españoles y, muy a menudo, los únicos relacionados con la atención primaria durante este periodo. Porque muchos centros públicos de atención primaria han estado cerrados debido a que era necesario utilizar todos los recursos disponibles en los hospitales y, por lo tanto, disponer de aquellos médicos que incluso tenían otros destinos, que era donde realmente se estaba luchando por la vida de los enfermos.

Durante este tiempo el hashtag de todo el mundo ha sido ‘quédate en casa’, pero el nuestro ha sido ‘yo me quedo en la farmacia’ y ‘la cruz verde no se apaga’. Desde allí hemos seguido informando a la gente, tratándoles en sus ansiedades, en sus miedos, distribuyendo todo el material de protección, las mascarillas, los geles, los guantes, etcétera, con la misma intensidad y con el mismo compromiso que teníamos para nosotros mismos. Todo en un entorno de máxima dificultad, el acceso ha sido muy complicado: los mercados internacionales estaban disparados por una demanda desbocada, la incapacidad de hacer frente a esa demanda de manera internacional, y porque los grandes fabricantes estaban sufriendo ellos mismos la crisis del coronavirus y, por lo tanto, estaban destinándose a sí mismos esa fabricación mundial.

Además, hay que recordar que, junto a la inestabilidad del suministro, hemos tenido políticas de incautaciones un poco erráticas y regulación de precios en los puntos más álgidos de la demanda (meses de marzo-abril), lo cual no ha ayudado a resolver los problemas de abastecimiento. Además, los medios de comunicación han puesto a las farmacias en el ojo del huracán, simultáneamente con las autoridades, no recomendando utilizar, por ejemplo, mascarillas y protección de boca y nariz, todo ello en contra del sentido común y del criterio actual de obligado cumplimiento, por cierto. Ahora es un elemento esencial para el retorno a la vida social y económica; entendemos que es una rectificación necesaria de un error evidente.

Las farmacias hemos seguido durante este tiempo dando un servicio a la población y al país, mucho antes que al beneficio económico propio. Hemos sido declarados esenciales, no hemos podido tampoco readaptarnos; ha habido zonas donde, por la población turística que recibe determinados territorios, evidentemente no había actividad suficiente para cubrir los costes habituales de las farmacias, pero aun así hemos seguido estando allí, hemos seguido abriendo a nuestro horario habitual y hemos seguido abriendo también los turnos de guardias no retribuidas.

Nos ha costado la salud, incluso. Más de 500 contagios en las farmacias documentados, más de 50 farmacias acumuladas cerradas por coronavirus y más de 20 compañeros fallecidos son las cifras que nos deja la pandemia en nuestro sector. Lamentamos profundamente, además, que la Administración nos haya ignorado hasta el punto de que a fecha de hoy todavía no estamos incluidos en la estadística de sanitarios caídos que publica el Instituto Carlos III.

La población, durante este tiempo, no ha sufrido carestía ni falta de acceso a los medicamentos (esta es la parte de la que nosotros nos hemos encargado). Nosotros hemos hecho lo nuestro, lograr que no se acreciente la enfermedad, que no empeore la situación de la población en una circunstancia extrema de confinamiento en sus casas, de no relacionarse, e incluso a veces de falta de salir al aire libre y tener exposición solar, que también puede ser, en determinados momentos, una parte de la terapia necesaria de un paciente.

También nos vamos a felicitar por el reconocimiento que la ciudadanía nos ha otorgado como figura sanitaria, demostrado ello en una encuesta de GAD3 recientemente publicada.

Y en el replanteamiento de la sanidad de España, tenemos que proponer una serie de puntos. En primer lugar, queremos pedir la preferencia por la dispensación de todos los medicamentos en las farmacias, en vez de hacerlo en los hospitales, porque la cercanía al domicilio, la infraestructura necesaria material y profesional, ya está disponible desde hace mucho tiempo. Y por ello debería ser un criterio objetivo de salud pública utilizar las farmacias que están más cerca, lo que implica disminuir el riesgo de contagios en los hospitales, de acumulación de personas y de visitas evitables en ellos.

Nosotros ya nos coordinamos tecnológicamente: tenemos receta electrónica documentada desde hace mucho tiempo, y la Administración ya conoce los tratamientos que está habiendo en las farmacias, muchas veces antes que en sus propios hospitales.

Queremos la revisión del estatus de la farmacia para modernizarla, para que forme parte de la atención primaria, para hacer muchos más servicios sanitarios y mejorar, en verdad, esta parte de la sanidad. Se pueden hacer tensiones, frecuencias cardíacas, analíticas sencillas -que ya estábamos haciendo-, pero incluso con protocolos clínicos para indicar una consulta médica o especializada y detectar, asimismo, distintas alertas.

Podríamos ser perfectamente un sensor de salud pública de la propia sanidad española. Queremos que se puedan iniciar campañas de vacunación en las farmacias, como en el resto de países de referencia en los que nos miramos; y, sin ir más lejos, ya podríamos estar haciendo la toma de muestras de los test de coronavirus, la realización de los test rápidos en las farmacias, -e insisto-, todo con el fin de disminuir el riesgo evidente de contagios de los personales en los hospitales y de hacer más eficiente toda la iniciativa de provisión doméstica que tenemos que afrontar de aquí en adelante. Porque creo que nos hemos dado cuenta todos de que los servicios domiciliarios han venido para quedarse.

Por último, las farmacias somos autónomos que pagamos íntegramente nuestros impuestos en España, que vivimos aquí y, por tanto, necesitamos que nuestro país salga adelante. Queremos que se fomente el emprendimiento en España. El emprendimiento estimula el esfuerzo personal y la responsabilidad en mucha mayor medida que ninguna otra política.

Este fomento debe ser normativo, -hay que evitar la competencia desleal de lo público hacia lo privado-, pero también tiene que ser fiscal. Demasiada presión impositiva va a matar a la iniciativa privada en España. Los empresarios, los emprendedores, generamos empleo, riqueza, ingresos para Hacienda, y financiamos todos los derechos sociales de los que nos queremos dotar en la sociedad. Así que, sin nosotros, difícilmente podremos cumplir con esta finalidad de vivir en una España mejor y más próspera.

Quiero agradecer a CEOE la iniciativa de organizar esta cumbre, la oportunidad de poder contar con mi presencia y con nuestro sector. Nada más. Muchas gracias.