Marc
Puig
Presidente Puig
Si no lo hacemos bien, muchas empresas que no tienen por qué desaparecer desaparecerán, y entonces la crisis será mucho más aguda y la recuperación mucho más lenta.
Buenos días a todos y muchas gracias, Antonio Garamendi. Primero, felicitarte por esta iniciativa. Lo que has organizado, y en muy poco tiempo, no tiene precedentes. Y está claro que es una señal del tejido empresarial, consciente del momento en que vivimos y de la transcendencia y relevancia de los planes que se diseñen a partir de ahora.
Voy a comentar brevemente para empezar, a modo de ejemplo, el impacto -y la reacción- que la pandemia ha tenido en una empresa familiar como la nuestra, que vende en más de 150 países y las ventas fuera de España representan el 85% de nuestro negocio. En abril nuestras ventas cayeron un 87% en todo el mundo. En el mes de mayo un 75%, respecto a las ventas del año anterior; 50% de nuestros empleados estuvieron en algún tipo de programa de apoyo durante los últimos tres meses en algún país del mundo en donde estamos presentes; el otro 50%, teletrabajando. Todas nuestras fábricas, cerradas, menos una que adaptamos a la producción de geles hidroalcohólicos que facilitamos al Ministerio de Sanidad sin cargo.
Y a pesar de esta situación de confinamiento y del impacto en la demanda, pensando en los retos del futuro, hemos acometido la mayor operación empresarial de nuestra historia con la compra de esta empresa cosmética inglesa, Charlotte Tilbury.
La manera en que la gente ha reaccionado ante esta pandemia nos llena de orgullo. Respecto a esta pandemia, sabemos que es de consecuencias desconocidas. Muchas empresas no saldrán adelante después de esta crisis, pero lo importante es saber canalizar todos los recursos y todos los mecanismos para que el máximo de empresas pueda sobrevivir.
Si no lo hacemos bien, muchas empresas que no tienen por qué desaparecer desaparecerán, y entonces la crisis será mucho más aguda y la recuperación mucho más lenta. En ese sentido, es crítico que no tengamos recaídas. Medidas como las que ha tomado el Gobierno alemán recientemente, con la aplicación vía bluetooth, deberían ser estudiadas por nuestro Gobierno y los gobiernos de nuestro entorno, a nivel europeo, para limitar los riesgos de la movilidad entre estados; que continúen las medidas de distanciamiento y el control de los brotes, porque si viene un nuevo período de confinamiento, las consecuencias serían desastrosas, y hay que evitarlo a toda costa.
Respecto a cómo afrontar la grave crisis que se nos avecina, deberíamos preguntarnos como sociedad por qué llevamos tantos años a la cabeza de los países con más paro de Europa. Es cierto que salimos rápido de la anterior crisis, pero no hemos dejado de ser el farolillo rojo del paro prácticamente en todos los países europeos. Sin un tejido empresarial competitivo, sin unas condiciones que inviten a la gente a querer emprender, a las pequeñas empresas a crecer, a las medianas y grandes a seguir creciendo, no tendremos la posibilidad de mejorar este nivel de paro a todas luces inaceptable.
Es interesante el estudio que se hizo hace unos años comparando la competitividad de las empresas españolas y alemanas. Comparaba las empresas pequeñas, medianas y grandes en España y en Alemania, y el estudio mostraba que la productividad de las empresas pequeñas españolas y alemanas era parecida, que la productividad de las empresas medianas españolas y alemanas era parecida, y que la productividad de las obras grandes alemanas y españolas era parecida.
Y también demostraba que la productiva media de las pequeñas es peor que las medianas y es peor que las grandes. El problema cuando comparabas a España con Alemania es que el porcentaje de empresas grandes en Alemania era mayor que en España, y el porcentaje de empresas pequeñas en España era mayor que en Alemania. Por lo tanto, la media de productividad hacía que en España, en general, fuese peor que en Alemania.
Hagamos que se creen empresas, que las pequeñas se hagan medianas y que las medianas se hagan grandes. Y quizá deberíamos preguntarnos por qué seguimos estando posicionados en rankings de competitividad a nivel mundial tan bajos; ¿por qué no nos tomamos en serio establecer las condiciones para que España sea un país en el que se facilite la creación de empresas, y se incentive su crecimiento? Quizás este sea un buen momento para planteárnoslo en serio.
Respecto a las medidas que hemos ido tomando o mecanismos que se han utilizado durante este periodo, resaltar la gran contribución del mecanismo de los ERTE, sin los cuales habría habido muchos más ERE. No estropeemos lo que funciona, pero no nos quedemos allí. Desarrollemos un mecanismo de ERTE más flexible y ágil, que permita a las empresas una mejor capacidad de adaptación a los cambios de la demanda y a evitar así el recurso al desempleo permanente. También, destacar los créditos avalados por el ICO distribuidos a través del sistema bancario, que ha sido de gran ayuda.
Sin embargo, hay muchas empresas viables que, ante la caída de la demanda, están viendo que sus problemas de liquidez se transforman en problemas de solvencia, de supervivencia. Hay que pensar en nuevos mecanismos de ayuda a la capacidad financiera de las empresas que permitan, -a las que son viables-, superar este periodo. Tenemos una responsabilidad con la siguiente generación respecto al nivel de deuda que acarreará esta crisis. No podemos gastarnos todos los recursos y dejarles solo deudas que afrontar.
El necesario control del déficit y la deuda pública hace imprescindible la mejora de la calidad de gestión y la eficiencia del gasto público. Las empresas estamos sometidas constantemente a la competencia doméstica internacional; los servicios públicos también deberían estar sometidos a su fiscalización. Lo que aleja a España de la media de otros países europeos en el porcentaje de ingresos del Estado comparado con su PIB es, entre otras cosas, la magnitud de su economía sumergida. Reduzcámosla de una vez, reduciendo, por ejemplo, el uso de papel moneda, que se fomente el uso digital del dinero, y no pongamos todos los esfuerzos en aumentar los impuestos de los que ya los pagan.
En este sentido debemos ser prudentes, pues muchas empresas están sometidas a la competencia internacional, y no podemos ponerles más cargas comparando con otros países, o nuestra capacidad para ser competitivos, en lugar de converger, divergirá. Como ejemplo, el sector de la perfumería y cosmética. Estamos en el top 10 mundial en exportaciones en ese sector y somos el segundo exportador mundial en perfumería, más que otros sectores que suenan más, como el calzado, el vino o el aceite.
En el sector nosotros competimos con grupos multinacionales y no pedimos nada a la Administración; solo que tengamos un terreno de juego fiscal neutro, o corremos el riesgo de seguir viendo empresas cuyo centro de decisión se traslada al extranjero.
A medio plazo tenemos otros retos. Somos conscientes de que el modelo capitalista ha traído paz, prosperidad y progreso tecnológico en los últimos 50 años, reduciendo la pobreza e incrementando el nivel de vida en todo el mundo.
Pero también es verdad que, en la última década, y fruto de la posterior crisis financiera mundial, el modelo está en cuestión. ¿Qué ocurrirá una vez superemos la crisis en la que estamos implicados ahora si fruto de la anterior ya surgieron críticas al sistema? ¿Cómo va a seguir evolucionando este tipo de pensamiento?
Una de las plataformas que ha tenido mucho eco ha sido la declaración del Business Roundtable. En pocas palabras, hizo público hace un año un comunicado insólito, en donde proponía abandonar el dogma instaurado en los 70 por Milton Friedman, que decía que el objetivo último de la empresa es la maximización del valor para el accionista, y propone situar al accionista a un nivel similar de los trabajadores, los clientes, los proveedores, la comunidad en la que operan y el medio ambiente. La empresa debe crear simultáneamente prosperidad económica y valor social.
Cuando salgamos de esta crisis, -y las crisis sirven para cambiar esquemas-, aquellas que hayan sabido hacerlo adelantándose a los tiempos serán las que saldrán reforzadas. Incentivemos que estos cambios se produzcan. La pandemia es una crisis sin precedentes ante la que ningún gobierno estaba preparado.
La contención del virus ha sido exitosa, España ha hecho los deberes, ahora hay que gestionar las consecuencias económicas y los planes para salir exitosos. Todos los países de nuestro entorno están enfrentándose al mismo dilema. Aprendamos de los que han encontrado un camino, -Alemania, Austria, Francia, en menor medida Italia-, y estamos a tiempo todavía.
Tal como sugerimos en el documento que recientemente publicó el IESE junto con el Instituto de Empresa Familiar, una opción que ha funcionado ha sido la de nombrar un ministro con poderes, que se rodee de los mejores, que incluya al tejido empresarial y sea el que diseñe en unas semanas un plan de salida de la crisis que se nutra de las conclusiones de la Comisión Parlamentaria para la reconstrucción y coordine con los interlocutores sociales.
Es la colaboración público-privada la que nos ayudará a salir de esta crisis airosos. A la oposición, en momentos de crisis como esta, la sociedad demanda que sus políticos remen en la misma dirección. Nos llena de optimismo oír que el primer partido de la oposición está abierto a colaborar en temas de sanidad y economía y, de esta manera, asegurar que los recursos que llegarán de Europa, -que son extraordinarios en su montante y no podemos pensar que se van a repetir-, se utilicen de la mejor forma para resarcir las consecuencias de esta pandemia.
Y a la sociedad española, por muchos recursos que vengan de Europa, y por mucho que se aumenten los impuestos, no nos equivoquemos: no podremos mantener un Estado de bienestar como al que todos aspiramos si no conseguimos que se destruya el mínimo número de empresas posible, si no se canalizan suficientes recursos a recomponer el tejido empresarial. Aprendamos de las soluciones que ya han adoptado otros países de nuestro entorno; sigamos las pautas de lo que están haciendo mejor.
Y que no se tomen esta reunión empresarial como un golpe de fuerza de la empresa española. Es más bien una llamada de socorro, un toque serio de atención. Espero que el Gobierno, la oposición, la sociedad española y el tejido empresarial estemos a la altura del reto, y nos permita salir airosos de esta situación. Muchas gracias.

Comercio Asesoramiento y estrategia Sanidad

Fuencisla Clemares

Pedro Campo

Aurelio del Pino

Alfonso Merry del Val

Antonio Garrigues Walker

Fernando Ruiz

Federico Linares

Pedro Mateache

Hilario Albarracín

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Eduardo Pastor
