María
José
Álvarez

Buenos días a todos. En primer lugar, quisiera agradecer a la CEOE la organización de esta cumbre de empresarios. Me parece que era imprescindible que, de manera positiva, el empresariado expresase su opinión y puesta a disposición en la tarea fundamental que en estos momentos corresponde a toda la sociedad y de manera muy especial a los empresarios, como motor fundamental en el relanzamiento de una economía realmente maltrecha.

Si bien mi intervención se centra en el sector servicios, creo que la situación afecta no solamente a este sector, que abarca aproximadamente a 1,5 millones de trabajadores, sino que hay elementos comunes que afectan a todo el tejido económico del país.

En este momento, todos pensamos en la crisis económica en la que ya estamos inmersos, pero creo que lo primero que debemos hacer es saber que tenemos que hacer frente a tres crisis diferentes: una crisis sanitaria, que todavía tenemos con nosotros; una crisis económica en la que, como decía antes, estamos inmersos; y, que no se nos olvide, una gran crisis social.

Debemos aprender todos los empresarios a gestionar estas tres crisis de manera paralela. Para iniciar esta gestión, entiendo que lo primero que tenemos que hacer es perder el miedo; llevamos demasiado tiempo instalados en él y lo único a lo que nos está llevando es a la paralización de las personas, de la actividad y, en definitiva, de nuestra forma de vida.

Debemos perder el miedo, nunca el respeto. Todos nos bañamos en una playa, no tenemos miedo al mar, pero sí le mantenemos el respeto. En ello nos jugamos nuestra seguridad física. Es por eso que a lo primero que invitaría es a que perdiésemos el miedo y nos lanzásemos al mar con todo el respeto y responsabilidad personal necesaria. Se ha manifestado a lo largo de este período de estado de alarma y por distintos medios la desconfianza en los empresarios. No es algo nuevo, hace tiempo que se viene denostando su figura. Sería nuestra obligación combatir ahora esa presunción de culpabilidad del mundo empresarial.

Estamos viviendo un momento en el que las empresas y en general toda la economía se encuentran en un tremendo atasco, con recelos, incertidumbres, inseguridad y necesitamos salir de ese atasco.  Los empresarios somos el principal motor, pero no el único; necesitamos el apoyo de las distintas instituciones y para ello me atrevería a proponer distintos aspectos en los que se debería insistir.

La liquidez en las empresas es vital para su mantenimiento. Podríamos comprometernos las empresas, sobre todo las que menos hayan sufrido esta crisis, a no retrasar los pagos a proveedores. Igualmente, ¿se podrían comprometer las administraciones públicas a hacer esto mismo? Quizás eso facilitase de una manera importante la liquidez tan necesaria en estos momentos.

Hemos vivido y seguimos viviendo una época de inseguridad jurídica, que a nuestro sector de servicios intensivos en personas nos ha llevado a situaciones realmente insoportables y a unas exigencias de adaptación prácticamente imposibles en el tiempo que se nos requería. Es por ello que pedimos no solamente seguridad jurídica, sino también la estabilidad normativa que nos permita poder adaptar nuestros sistemas a esta regulación.

Por otra parte, debemos tener en cuenta que se va a producir una internalización de servicios por parte de la empresa privada y de las administraciones públicas que vuelve a dejar a nuestro sector en una situación de incertidumbre muy grave.  Este es un sector donde existe la figura de la subrogación y que en caso de internalización no se activaría, salvo en un caso raro en el que así lo recoge el convenio.  Eso significaría la destrucción de puestos de trabajo de manera muy importante y un coste de desvinculación que las empresas de mala manera podríamos asumir. Es un sector, el de servicios, en el que hay mucho que poner en valor, entre ello, su capacidad para crear puestos de trabajo y, sobre todo, su capacidad de aflorar economía sumergida. Muchas de las regulaciones que en este tiempo se han publicado, de una manera u otra, no propician el interés por un trabajo formal. Entiendo que sería fundamental hacer compatibles las ayudas a los más desfavorecidos con el estímulo para encontrar un puesto de trabajo. No olvidemos que la economía sumergida no protege al trabajador, no tributa y no cotiza.

Cuando en estos tiempos se nos habla de subida de impuestos, creo que cualquier empresario y cualquier trabajador no puede evitar mirar con cara de asombro. No creemos que sea el momento de regular un incremento fiscal ni en el ámbito personal, ni en el ámbito empresarial. ¿Alguien puede decir el porcentaje de la población que ha consumido sus ahorros en estos tres meses? Me llegan datos de alrededor del 32% de la población que los ha agotado. ¿No sería mejor que todos los españoles nos sintiésemos más seguros con la vista puesta en recuperar nuestros ahorros a partir de nuestro trabajo? En la mayoría de las empresas del sector servicios intensivos en personal, el coste directo del mismo supone más del 90% de nuestra facturación. Venimos de asumir una subida del salario mínimo interprofesional del 22,7% en 2019 y del 5,5 en 2020. ¿Alguien piensa que estas empresas –supongo que las demás se encuentran en situación similar– se encuentran en condiciones de asumir el incremento de cualquier tipo de coste, sea impositivo o de otro tipo?

Pienso que en estos momentos debemos estar trabajando para relanzar las empresas con toda nuestra fuerza y coraje y que nos permita revertir esta situación. No tenemos mucho tiempo para reaccionar.